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sábado, 18 de diciembre de 2010

Adolescente embaraza

La realidad social del momento que va de la mano con el avance tecnológico y que deja secuelas difíciles de curar, ni siquiera el tiempo puede borrar de la mente de las jovencitas que por experimentar el placer sexual, resultan siendo madrees a temprana edad . La web guiajuvenil.com nos da la oportunidad de enriquecernos con esta nota muy interesante al respecto.
El inicio de las relaciones sexuales a edades tempranas es uno de los signos comunes a los jóvenes y adolescentes de todo el mundo y con ello se multiplica el riesgo de contraer enfermedades y de precipitar la llegada de la cigüeña con su maternal encargo. 
Hoy no me referiré a las enfermedades y sí a la maternidad que llega de manera anticipada, esa en la que se combina una de las experiencias más felices en la vida de una mujer con la frustración, o la posposición indefinida, de los sueños de realización profesional e individual de muchas chicas que aun no están aptas, física ni sicológicamente, para asumir la crianza de un nuevo ser.

Maternidad en la adolescencia




Más allá de creencias religiosas, hábitos y costumbres, la gran verdad que reconocen todos los estudios al respecto es que la iniciación sexual ocurre cada vez a más temprana edad, cuando aún el cuerpo de las chicas no está preparado para evitar un embarazo consumiendo píldoras anticonceptivas ni su cavidad soporta un dispositivo intrauterino (DIU), dos de los métodos más empleados. 
A esas edades tampoco es factible confiar cien por ciento en los métodos barreras —diafragma, condón…— pues en ocasiones la inexperiencia se expresa en no saber usarlos adecuadamente o en la falta de recursos para enfrentar el posible rechazo masculino. 
Algunos especialistas aconsejan la planificación familiar natural, quizás el más viejo de los métodos existentes, que consiste en tomar en cuenta las señales del cuerpo para distinguir los días fértiles de los no fértiles y así practicar el sexo cuando la fecundación tenga menos probabilidades (entre esos cambios suelen destacarse la mayor turgencia de los senos, y las variaciones en el mucus y la temperatura vaginal, así como el incremento en la producción de hormonas, y otros). 
Pero este conocerse a sí misma exige experiencia, compromiso y disciplina, trilogía de virtudes no muy frecuente en la adolescencia, aunque ciertamente su principal ventaja es que no alteran el ritmo natural del cuerpo ni lo obligan a interactuar con objetos extraños. 
Se dice que, en general, el ciclo menstrual se estabiliza en las mujeres cuando estas rebasan los 20 años y no llegan a los 40, y que este método del reloj biológico, bien llevado, reporta entre un 97 y 98 por ciento de efectividad; pero ¿qué hacer entre los 14 ó 15 años y los 20, edades promedio del inicio sexual en muchos países?
La respuesta nos remite a la prevención como método más efectivo, y esta comienza por hablar del tema con los adolescentes —hembras y varones por igual pues la responsabilidad en este asunto debe ser compartida si pretendemos un mundo sin desigualdades de género—. 
Conocer acerca de la sexualidad es una de las vías para atajar los imprevistos y evitar aquello de “sucedió de pronto, sin darme cuenta” tan esgrimidos por los jóvenes cuando de rendir cuentas se trata. Es su derecho, y su deber, aprender de sexo; así como corresponde a los padres y maestros facilitarles el acceso a un camino que si bien puede ser placentero para siempre, también puede comenzar torcido por falta de información y decisiones inoportunas.


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